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Formación continua: práctica, evidencia y propósito

La formación continua en clínica no debería sentirse como una carga, sino como un sostén que orienta la práctica y cuida tanto a pacientes como a profesionales. En esta columna, la psicóloga María José Jeldres reflexiona sobre cómo aprender con propósito puede transformar el oficio clínico en un espacio más humano, sostenible y disfrutable.

Contenido

  1. La paradoja: entre el peso y el propósito
  2. ¿Qué entendemos por “propósito”?
  3. ¿Qué es “estudiar con sentido”?
  4. Lo que no se ve: bienestar y calidad de práctica
  5. Evidencia breve, decisiones concretas
  6. La brújula: práctica reflexiva: tres apoyos simples
  7. Comunidad que sostiene
  8. Una responsabilidad compartida
  9. Reencuentro con el saber
Formación continua: práctica, evidencia y propósito

En clínica, aprender no es opcional: es parte del oficio. La formación continua nos permite afinar la mirada y sostener con mayor solidez a quienes confían en nosotros.

El problema aparece cuando estudiar deja de ser un impulso genuino y empieza a sentirse como carga: otra clase, otra lectura, otro pendiente. Para salir de ese círculo conviene cambiar la pregunta. No se trata de “¿qué más me falta por aprender?”, sino de “¿cómo elijo crecer sin saturarme?”. Así, la formación deja de vivirse como peso y vuelve a ser un cuidado: hacia nuestra práctica y hacia quienes acompañamos.

La paradoja: entre el peso y el propósito

Si estudiamos solo para “cumplir”, la motivación se desgasta. La evidencia indica mejores resultados cuando lo aprendido responde a necesidades reales y a un sentido personal: coherencia antes que moda (Knowles et al., 2015; Deci & Ryan, 2000). La salida no es sumar más sin estrategia: es elegir mejor.

¿Qué entendemos por “propósito”?

El propósito es tu “para qué” de formarte hoy. No es un lema ni un eslogan, sino una decisión consciente: técnica y ética. Puedes aterrizarlo con tres preguntas sencillas:

  • Impacto clínico: ¿qué cambio concreto quiero lograr y en quiénes?
  • Identidad profesional: ¿qué enfoque y valores deseo consolidar?
  • Sostenibilidad personal: ¿tengo margen real de tiempo y energía para sostenerlo?

Ejemplo breve: si acompañas duelos perinatales, rendirá más un curso específico en duelo que uno generalista.

¿Qué es “estudiar con sentido”?

Es elegir una formación que conversa con tu práctica actual, que puedes integrar a tu manera de trabajar y que mejora el cuidado de quienes acompañas sin desbordar tu tiempo ni energía.

Un lugar real en tu agenda significa que cabe en tu semana sin romper lo esencial: tiene fecha definida, no desplaza sueño ni pausas, y si se desborda, se reprograma.

Señales de haber elegido con sentido: aplicas el contenido (aunque sea en algo pequeño), sabes qué observar para ver si ayudó y terminas con más claridad que cansancio.

Lo que no se ve: bienestar y calidad de práctica

La formación continua no borra el estrés propio del trabajo clínico, pero sí puede hacerlo más llevadero. Cuando incluye red de apoyo entre colegas, herramientas aplicables y espacios de reflexión, nos devuelve algo clave: agencia y sentido, dos protectores frente al agotamiento (Maslach & Leiter, 2016).

Evidencia breve, decisiones concretas

No toda capacitación transforma la práctica. Las revisiones en educación continua en salud muestran mejores resultados cuando la formación es interactiva, sostenida en el tiempo, orientada a problemas reales y combina distintos métodos (Cervero & Gaines, 2015).

Por eso, antes de tomar un nuevo desafío académico, conviene preguntarse:

  • ¿Qué problema clínico específico quiero resolver?
  • ¿Qué conducta profesional cambiará en mí?
  • ¿Cómo sabré que funcionó (un indicador, una retroalimentación, un resultado)?

La brújula: práctica reflexiva: tres apoyos simples

Para que el aprendizaje se convierta en cuidado y no en carga, tres apoyos simples (Schön,
1983):

  • Registro breve (3 líneas, 24–48 h): qué ajustaré, por qué y en qué caso.
  • Aplicación esta semana (1→1→1): 1 herramienta en 1 caso, mirando 1 señal de cambio.
  • Conversación breve (15 min): una supervisión con 1 pregunta y 1 decisión.

Con estas prácticas, la formación deja huella en la consulta sin desbordar la agenda: menos acumulación, más integración.

Comunidad que sostiene

Después de ajustar la práctica en lo individual, necesitamos espejo: otros ojos que nombren, pregunten y alivien la carga. Ahí la clínica se afina y la soledad se suaviza. La experiencia lo confirma: acompañarnos también mejora cómo acompañamos.

¿No tienes grupo? Empieza simple: tres colegas, treinta minutos cada dos semanas, un caso + una pregunta + una decisión por encuentro. Con dos acuerdos mínimos: confidencialidad y cuidado del ritmo. Ligero y repetible

Una responsabilidad compartida

Cuando todo recae en la persona, el desgaste se instala. Para que la formación se traduzca en cambios sostenibles, también importan las condiciones que ofrecen las instituciones: tiempos protegidos, espacios de comunidad, programas interactivos, evaluación clara e independencia del contenido.

La evidencia apunta en esa dirección: los sistemas que brindan marco, liderazgo y evaluación sostienen mejor la formación y facilitan que el aprendizaje se vuelva práctica.

Aquí está la oportunidad para quienes diseñan trayectos: generar experiencias claras y humanas, pero también rigurosas y desafiantes. Cuando eso ocurre, la carga deja de sentirse como peso y se convierte en sostén.

Reencuentro con el saber

Con instituciones que hacen su parte y profesionales que eligen con propósito, la formación continua deja de sentirse como maratón sin meta y se convierte en brújula.

El camino se vuelve más amable cuando estudiar pasa a ser disfrutable: una pausa que ordena, una herramienta que deja huella en quienes acompañamos y un gesto de cuidado hacia nosotros mismos.

Que cada formación devuelva claridad y disfrute. Que aprender no apure, sino que oriente. Porque reencontrarnos con el saber —en instituciones de calidad, con espacios participativos y tiempos de integración— también puede ser una forma de descansar mientras crecemos. Así, el estudio deja de ser una carga y se convierte en un lugar donde también descansamos

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